💫 Esta es la historia de un reloj de sobremesa que lleva 11 años sin cambiar las pilas y sigue funcionando. Lo heredé de mi padre cuando murió, ya que mi madre no lo quería. Ella decía que era un trasto viejo y feo, que no pegaba con la decoración moderna de la casa. Pero yo le tenía cariño, porque era el reloj que mi padre había comprado en un viaje a Alemania, donde había conocido a su abuelo materno.
El reloj era de la marca Wellgain, una de las más prestigiosas en el mundo de la relojería. Tenía una caja de madera maciza con un acabado en nogal oscuro, y una esfera blanca con números romanos y agujas doradas. En el centro, se podía ver el mecanismo de cuarzo que hacía funcionar el reloj con precisión y sin ruido. El reloj tenía también un sonido de campana cada hora y media hora, que se podía activar o desactivar con un botón.
Mi padre siempre decía que ese reloj era especial, que tenía algo mágico. Él lo cuidaba con esmero, le daba brillo a la madera, le limpiaba el cristal y le cambiaba las pilas cada año. Según él, las pilas eran de una marca alemana muy buena, que duraban mucho más que las normales. Yo no le creía mucho, pensaba que era una exageración suya. Pero resulta que tenía razón. Cuando mi padre falleció hace 11 años, yo me quedé con el reloj y lo puse en mi salón, sobre una mesa auxiliar. No le presté mucha atención al principio, estaba demasiado triste por la pérdida. Pero al cabo de un tiempo, me di cuenta de que el reloj seguía funcionando, marcando la hora exacta y sonando cada media hora. Me pareció extraño, así que miré las pilas y vi que eran las mismas que mi padre había puesto hace 12 años.
Me quedé asombrado. ¿Cómo era posible que unas pilas duraran tanto? ¿Qué tenía ese reloj para seguir funcionando sin problemas? Busqué en internet información sobre los relojes de sobremesa y sobre las pilas alemanas, pero no encontré nada que explicara ese fenómeno. Lo único que se me ocurrió fue que esas pilas le habían dado la inmortalidad al reloj.
Desde entonces, he seguido observando el reloj con curiosidad y admiración. No he querido cambiarle las pilas ni tocarle nada, por si acaso se estropeaba. He pensado que quizás ese reloj era el último recuerdo que me quedaba de mi padre, y que él había dejado algo de su espíritu en él. Tal vez por eso el reloj seguía vivo, porque mi padre seguía vivo en mi memoria.
Esta es la historia de un reloj de sobremesa que lleva 11 años sin cambiar las pilas y sigue funcionando. No sé si algún día se parará o si seguirá funcionando para siempre. Lo único que sé es que ese reloj es muy especial para mí, y que cada vez que lo miro o lo escucho, siento que mi padre está cerca de mí.
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